10 nov 2017

Experiencias que marcan tu existencia. Hoy: subir a un autobús.


Últimamente cojo mucho el autobús. Ese medio de transporte que los pobres usamos para desplazarnos por nuestro pueblo para ir a recoger los huevos de señá Engracia. Podríamos ir andando o pedir prestado el burro de nuestro vecino, pero queda mucho más cosmopolita reirte de cómo sudan los viandantes gastando sus fuerzas inútilmente mientras tú vas con el culo sentado.

Sin embargo, a parte de mofarte del vulgo que camina para llegar a su destino, el bus está lleno de pequeños inconvenientes que convierten tus viajes en pequeñas experiencias para tus sentidos.


Nada más entrar, recibes la bienvenida del caluroso pestazo de todas esas personas que opinan que ducharse por la noche y estar sudando después en la cama, cuyas sábanas no lavan desde hace un mes, es muy higiénico y total, llevando la misma ropa toda la semana, para qué te vas a molestar en mirar por los demás, si además asi perfumas el ambiente mañanero con sobaco y culo sudado.


Yo he intentado taparme la nariz y respirar por la boca, pero al tenerla abierta corría el riesgo de que se introdujera algún objeto extraño (mocos, uñas mordidas o pelos de la nariz) y entonces pues como que pasé un poco del tema. De vez en cuando aparecía algún individuo que ocultaba el olor a choto con la colonia barata de mercadona, y atrofiaba tu pituitaria, con lo que durante un rato ni sentías ni padecías.


Pasado este mal trago, si eres de los afortunados que ha encontrado sitio para sentarse (por la mañana las madres fagocitan los asientos para que sus hijos de 9 años, hartos de trabajar toda su vida, cansados de hacer deberes por las tardes, y con las piernas destrozadas de jugar como bestias en el parque), lo mejor es echar un vistazo al asiento, porque:
- Por alguna razón, las personas con el pelo largo se quedan media melena en el respaldo y luego cuando te quitas la ropa aparecen todos esos pelos en tu casa, y a mí particularmente me da ascazo.
- A la gente la vida le agota las energías y tienen que poner los zapatos en el asiento. Es como estar en su casa pero con el placer de destrozar mobiliario ajeno. Luego tu pones tu culo gordo ahí y tienes que volver a poner la lavadora porque tus congéneres son así de graciosos.


- Puede que te sientes sobre un chicle. Y quien dice chicle, dice tickets, pañuelos de los mocos... Menos billetes de cincuenta, de todo.


Durante el trayecto puede que un par de ancianos suban y no encuentren sitio para sentarse. Aunque claro, primero tienen que pasar la criba del montón de mongolos que se agolpan en la parte delantera del vehículo, porque por alguna razón que desconozco, la parte de atrás debe estar llena de asesinos o veneno, o grifos come almas. El caso es que todos miran a la tercera edad como algo exótico. Pero nadie cede su sitio, recordemos que la gente está muy cansada de vivir. Eso sí, cuando te levantas y ofreces tu sitio gentilmente, el resto del autobús te mira y ves en sus ojos que están deseando decir... "¡Oooh lo que ha hecho! ¡Este tío es gilipollas!".


Hay algunas personas a las que hay que perdonarles que no se den cuenta de que sus mayores necesitan descansar la espalda porque están manteniendo distendidas conversaciones con otras marujas de su especie:
- Hay que ver tu niña qué guapa está. Cada día más.
- Gracias gracias, si es que me come muy bien, ¿verdad Paquita?
- ¿Qué has cenado ayer guapa?
- Salchichas con sardinas.
- Es quer ayer descubrió las sardinas que se las compré muy buenas del aldi.
- ¡Así está de hermosa!


Y cuando la orgullosa madre se baja con la niña...
- Pobre niña, menos mal que es pequeña y la fealdad se le quitará algún día jajaja.
- Qué quieres cenando sardinas... la chica no habrá visto una chuleta en su vida jajaja.
- Ay calla calla, a ver si nos va a escuchar, que tiene el oído muy fino la tía.
- No te preocupes, con el pelo frito que lleva siempre le tapa las orejas y esa no oye ni sus pedos jajaja.


Lo mejor sin duda es cuando te bajas, respiras aire puro y miras a través de la ventanilla cómo un niño se ha sacado un moco de la nariz y lo ha pegado en el botón de solicitar parada. Angelitos. Menos mal que yo siempre uso guantes de látex.

Y oye, que yo estoy a favor de ser pobre y usar el pobrebus. Pero no seáis tan guarros, coño. Que en vez de a un autobús, parece que estoy metido en un cuarto oscuro.


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