Llamadme quisquilloso, pero a mí el tema de la higiene en el rollo bear me preocupa sobremanera. Me da pánico entrar en un cuarto oscuro, resbalarme y humedecer mis Roberto Torretta en la semilla de miles de tíos. Me horroriza quedar con un gordo y comprobar que su pubis hace mucho tiempo que necesita un podado. Y jamás perdonaría a un oso que comprara calzoncillos de Pryca y rociara su anatomía con Muy Mío de David Bustamante. No porque los calzoncillos no puedan estar limpios, si no porque es muy working class. Muy mío, vaya.
Mi pequeño problema (mi sicólogo me ha pedido que no lo llame enfermedad) se agrava cuando me invitan a pernoctar (follar, dicho en plata, que mi sicólogo me coarta la libertad de expresarme, aunque amplía mi vocabulario) y mi imaginación de hipocondríaco echa a volar. Y vaya si vuela la jodía.
Al entrar en una casa extraña todo es nuevo. Lo primero que me llama la atención es el
Veamos. Este gordo defeca, y después de limpiarse el orto abre el grifo con las manos sucias. Luego lo cierra con las manos limpias pero se las acaba de infectar de nuevo al coger el el asa. Total, que paso de lavarme a no ser que lleve guantes de látex, lo que no suele ser muy habitual excepto cuando voy a una fiesta leather, lo que tampoco es muy habitual porque este tipo de actos no se caracteriza precisamente por sus cualidades sanitarias.
Tras el susto del WC lo normal es que te inviten a descansar un poco en el sillón del
Aún sin tiempo para reponerme, pido a mi
Total que corro al servicio a purificarme las manos hasta que me acuerdo de mi elucubración del principio y llego a la conclusión de que antes preferiría coger tierra cagada por perros en el parque o usar mi propia orina para lavarme las manos, que tocar ese grifo de nuevo.
Llegado a este punto me siento confundido. Aún no hemos cenado, tengo que abrir en canal a un osazo, y mi cabeza me da vueltas. Me dirijo a la cocina en busca de comida que haga desaparecer de mi mente un mundo de suciedad y ébola. Veo una ensalada que llama mi atención por lo sencilla. Me explica mi colega que con hojas verdes variadas, mozzarella fresca, lonchas de bacalao, huevas de lumpo, lascas de parmesano, semillas de sésamo, unas gotas de vinagre de Jerez, aceite de oliva virgen extra, sal en escamas y pepino, se conforma un plato irresistible y fresco. Le comento que el pepino no me pega y me responde que según el tamaño, pega, y mucho.
Así que se me quitaron las ganas de ensalada. ¿Quién no me dice a mí que ese pepino no ha estado metido en su culo hace un par de horas? ¡Que la gente está muy loca! ¡Que este hombre me quiere hacer comer pepino recién salido del horno! Que no, que la ensalada se la meta por donde le quepa, o la saque otra vez del mismo sitio.
Y es comprensible lo que estáis pensando de mí en este momento. De manicomio. Mi sicóloga también me lo dice, pero me ha dado unas pastillas para evitar entrar en el loquero. Paso de tomarlas como es evidente. A saber quién las habrá sobado, metido en esas cajitas llenas de gérmenes etc etc.
Recapitulemos: no he cenado, me da asco tocar cualquier cosa en esa casa, y apesta a cerrado. Me salgo al balcón a tomar un poco el aire. A relajarme... Pensando en la de veces que este gordo asqueroso se habrá follado a lechuguinos encima de la barandilla, poniendo su culo cagado encima de esa barandilla, y expulsando su semen y otros esputos en esa barandilla. La misma sobre la que estoy apoyando mi impoluta camisa de RT (fabricada en Taiwan, como los taparrabos de pryca, pero cuesta 120€ a no ser que
los pilles por 10€, pisoteados y llenos de polvo, en el outlet de El Corte Inglés).
Y es aquí cuando me cago en san pito pato. Mi único deseo es pirarme de esa casa, llegar a la mía para pegarme una ducha, hacerme una paja, ducharme otra vez después de haberme lavado las manos con mi dispensador de gel antibacterial y relajarme. Y barrer el suelo porque siempre caen pelos y tampoco es de mi agrado descalzarme para llenarme de pelos las plantas de los pies porque luego te entras en la cama y se llena la cama de más PELOS.
Creo que me empiezo a encontrar mal. He llamado a mi sicóloga y me ha dicho que haga los ejercicios de respiración que me recomendó (son una mierda, ¡dáme mis pastillas, zorra!) y que deje la mente en blanco.
El blanco es un color tan bonito. Tan puro. Tan limpio... Pero si es tan limpio... ¿Por qué no es el color predominante en los hospitales? ¡Porque no es tan limpio, joder! ¡JODER!
Y pensar que yo antes era una persona normal. Guarra, descuidada, infectada... Qué pena...
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ResponderEliminarSeguro que era de Don Limpio. Debe de estar traumatizado con tu historia de gérmenes y suciedad y ha aprovechado.
EliminarDon Limpio entra en las casas que yo he estado y los gérmenes le devoran XD Pero no, creo que era del círculo de lectores :-P
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