29 mar 2016

El arte de correrse


Hoy nos vamos a poner un poco más picantones que de costumbre y os vamos a explicar las múltiples y variadas formas que tenéis de verter vuestra semilla real en el cuerpo de vuestro partenaire, una vez que toméis la decisión de ir dando fin al coito correspondiente.
Hoy sí que vamos a hacer honor a nuestra inmerecida fama de blog porno.


Como deberíais saber, cada derramamiento de semen conlleva pros y contras tanto para vosotros como para vuestro amigo de jugueteos (me encantan los eufemismos baratos y ridículos).
Lo clásico es correrse en la barriga de vuestro oso. No tiene nada de especial y es un tostón sobre todo porque es aburrido y una solución bastante manida y vacía de imaginación. Y para limpiar la barriga, como no lo cojas a tiempo y dejes secar los salpicones de amor, te llevas media pelambrera a cada pasada de cleenex.
Si alguien opta por esta opción, que sepáis que es muy del 2015 y para mostrar vuestro desacuerdo y malestar, os sugiero que escupáis al suelo, miréis con resignación al techo y os pongáis a ver tumblr.


Una posibilidad que veo menos estúpida y algo más estimulante, es soltar la lefa en la espalda de vuestro bb mientras lo tenéis a cuatro patas o comiendo almohada. Tampoco es que os hayáis estrujado mucho la cabeza para montar este circo, pero al menos os ahorráis el mal trago de arrancarle media espalda peluda (a no ser que sea el primo hermano de Chita) y si echáis poco semen pues con hacer espasmos con el cuerpo y gemidos absurdos, os evitáis el ridículo de que vuestro chico descubra que sóis unos picha flojas. O déis a entender que os habéis pasado por la piedra a otro antes y tengáis que aguantar una patética escena de celos.


Luego tenemos el socorrido pero mojigato acto de correrte dentro mientras terminas de bombear el culito de tu amante. Esto lo vienen haciendo los heteros y los perros toda la vida y no tiene nada de emocionante. Por poco curioso que sea el pasivo, tú vas a llegar con la polla tiesa, vas a descargar, y al sacarla te la vas a encontrar limpita y reluciente. Si tu amigo de juegos es un cerdo, pues la verás oscurecida y necesitarás como tres lavados para quitar el olor a tracto intestinal.
Pero como digo, a no ser que quieras hacerte el machito estruja pelotas y peta culos, esta opción es vulgar y no vas a impresionar a nadie menor de 70 años.


Y para terminar, sin duda la opción preferida por los osos: lecherazo en la cara. Sea cual sea la posición en la que estás dando rabo a tu amorcito, es impagable visualizar el vuelo de nuestra semilla hasta aterrizar en sus ojos o nariz y atragantarlo porque hemos acertado en toda la diana. Lo miréis por donde lo miréis, todo son ventajas. El empotrador se siente satisfecho porque ha puesto a todo cristo perdido de semen, y por otro lado, el pasivorro ve materializado su buen hacer a través del contacto físico y fehaciente de su apasionada experiencia copulatoria. Existe la posibilidad de quedarse ciego o de tener que justificar ante las visitas esa extraña mancha en la pared, y que todos tus amigos se empeñan en rascar con el dedo para ver qué es, pero es un mal menor, y divertido.



He obviado comentar los casos más flagrantes de soltar adrenalina. Correrse en la boca, o en los pies está demodé, y si os lo piden, enseñadales este post y mostradles que un buen churretón de leche en la cara queda mejor en instagram.


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